Llevo bastantes días pensando en publicar el escrito que tenéis a continuación. ¿Por qué? Sencillamente es porque me he jubilado. Sí, me he jubilado de educar en la escuela. ¿La causa? Es muy sencilla, tengo el estómago hecho polvo, ya sabéis que "disfruto" de una colitis ulcerosa que me pone más nervioso de lo que soy y que acaba arrojando sangre y dejándome debilitado. Así es que he decidido cortar con la escuela, con mi vocación educadora. He vivido la escuela a tope desde mis primeros años y la dejo a tope, en mis últimos días.
Mi despedida como maestro la hice por escrito en mi colegio. Colgué un escrito en la cartelera para que lo pudieran leer los maestros, los alumnos, los padres, el conserje, las señoras de la limpieza y todos cuantos me conocían. Por otra parte, disfruté del homenaje, del reconocimiento y del cariño que me brindaron los que fueron mis alumnos hasta el curso pasado (también estuvieron presentes un grupo de madres y de padres). Fue emotivo, ¡cómo los quiero a todos! Y disfruté, me emocioné, sentí el calor y el apoyo de los alumnos y de los muchos padres de alumnos con los que he trabajado este año a tope. También me hicieron una despedida preciosa, cercana, entrañable. Han sido experiencias maravillosas, lo digo con el corazón en la mano.
Igualmente me despedí del claustro de profesores, a los que tanto he querido y valorado. He sido feliz en este colegio de Albelda de Iregua, me he sentido acogido, valorado, querido y reconocido por todos los compañeros y por el equipo directivo. Son buena gente, muy trabajadores, cercanos. Más que un claustro de profesores parece un grupo de amigos unidos para sacar un colegio adelante y educar.
Bueno, que me enrollo. Os adjunto el escrito que colgué de la cartelera para que lo leyera todo el mundo que pasa por la entrada del colegio.
Nos vemos otro día.
José Manuel
Estimados compañeros del “cole”
de Albelda, estimadas familias, estimados conserje, trabajadoras de la limpieza,
queridos alumnos, y todos los que habéis tenido conmigo una relación de
trabajo, de amistad, de…
Soy José Manuel, maestro del
colegio. Como ya sabéis, mi recorrido con vosotros en este pueblo, en este
colegio, concluye a principios de este mes de marzo.
Escribir estas líneas de
despedida me parecían pretenciosas en un principio, pero lo he pensado mejor y
no puedo decir adiós en silencio, marchando por la puerta de atrás cuando he
entrado por la puerta de delante durante varios años, durante muchos felices
días. ¡Y con muchas ganas!
Me entra nostalgia por los
momentos vividos desde mis inicios, cuando construimos el huerto, montamos las
jardineras, convertimos el espacio del huerto en invernadero poniendo tejados
de plástico… Siempre con la gran colaboración de Jesús y de Aitor. ¡Felices
años, dichosos momentos, maravillosos recuerdos que ocupan un rincón en mi
memoria!
Los que me conocéis un poco
sabéis que soy un culo de mal asiento, que no paro, que no dejo parar a nadie,
que me como mucho el “tarro”. Soy así, me he ido haciendo así a lo largo de
muchos años, desde mis inicios como educador. Este afán por dar lo mejor de mí
mismo sin esperar nada a cambio me ha llevado a vivir la educación como una
pasión, como un enamoramiento. Sí, siempre he procurado ser un enamorado de mi
trabajo.
Hace años, cuando era un joven
“pipiolo” de treinta años, escuché a un maestro veterano decir que había dos
tipos de personas en el mundo de la enseñanza: los que estaban educando por
tener vocación y aquellos otros que estaban por equi-vocación. He reflexionado
muchas veces esas palabras de aquel veterano maestro que ya no está entre
nosotros y siempre me he dicho a mí mismo que “yo era un humilde maestro
caminando con los niños”. Creo que lo he intentado a lo largo de mi vida, con
mis aciertos y con mis errores. Pero lo he intentado.
Quiero decir adiós mirando al
futuro con esperanza y expresando todo lo mucho que he aprendido, que he
ganado, que he disfrutado de mi estancia en Albelda de Iregua. Gracias por todo
el apoyo que he recibido de Jesús, Laura y José Vicente, porque tiran mucho “p’alante”
y dan la cara. Gracias a todos los compañeros que movéis la inteligencia
emocional y hacéis que el claustro de profesores se convierta en un grupo de
amigos ilusionados, sonrientes y entusiastas. Gracias a todos aquellos que me
habéis corregido y me habéis indicado la mejor forma de actuar cuando me he
equivocado. Gracias por la amistad recibida y compartida con los/las que os
habéis mostrado más cercanos y cariñosos conmigo.
Gracias a todos los alumnos que
estáis llevando adelante el proyecto del huerto. Gracias por vuestro
seguimiento con las composteras de lombrices, gracias por los encargados del
reparto de fruta, gracias por los encargados del riego de jardineras, gracias
por los que barren el pasillo del invernadero…
Gracias a Aitor, Begoña y Mari
Carmen por haberos mostrado tan cercanos conmigo. Vosotros también habéis sido
mi parte del colegio con los que he compartido algunas cuitas en las tardes de
permanencia.
Gracias a las familias que
habéis confiado en mí y os habéis mostrado cercanas. Me llevo en mi zurrón de
los recuerdos los nombres de muchos y de muchas de vosotros y de vosotras. Fue
fácil trabajar porque me lo pusisteis en bandeja, porque nunca me sentí solo
pues tenía el apoyo, la fuerza y el entusiasmo de los que creísteis en mí y en
vuestros hijos y me lo hicisteis saber.
Hoy, más que nunca, le doy
gracias a Dios porque me ha permitido desarrollar a lo largo de mi vida un
trabajo que a la vez ha sido un placer. He trabajado en lo que me ha gustado y
he caminado acompañado de muchos amigos colaboradores de la educación a manos
llenas, entregados.
No os digo hasta siempre, os
digo hasta luego, porque posiblemente nos veremos muchas veces por Albelda.
Recibid un abrazo cariñoso de este “maestro hortelano”.
José
Manuel