Bien venidos y bien
hallados a esta página.
Nuevamente, este
fin de semana pasado ha sido de traca. Desde el viernes por la tarde, día en
que llegamos a Añavieja, hasta el domingo todo fue correr, vivir con el ahogo
del tiempo en el estómago y tensión en músculos y nervios.
El viernes llegamos
a las 20:00 a Añavieja y Carmen se pasó el resto de la tarde-noche, hasta las
10:30, poniendo láminas de cera nueva a los bastidores y aún le quedó trabajo
para el día siguiente. A su vez, María iba rellenando las colmenas con los
bastidores de cera que Carmen preparaba. Yo preparé las 15 colmenas que
necesité para el día siguiente, por la tarde. Además, preparé 23 alzas para
reponer los bastidores de miel al día siguiente. Cuando ya anochecía me
informaron que había un enjambre colgado del alero del tejado de una nave industrial.
Había dicho que no cogería más enjambres pero si no cogía este podría meterse
en ¡Dios sabe qué vivienda, casa, tejado… del pueblo!. Así es que estuve
trabajando hasta más allá de las 10:30.
Nos pusimos a cenar
a las 23:00, cansados. A la par estaba lloviendo y no dejaba preparar más cosas
en el exterior del obrador. Nos acostamos más allá de las 24:00.
El sábado me
levanté a las 7:00 y estaba en marcha con el todoterreno y el carro a las 7:30.
Inicié el trabajo en el asentamiento más duro porque estaba de hierba hasta la
rodilla, todo mojado y con amenaza de tormenta. El lugar era el temido corral
en el que tengo metidas las colmenas (una hondonada), unos metros más abajo del
camino y con una rampa final de salida que deja los músculos y las piernas
agotados, sobre todo si se tiene en cuenta que subo la cuesta con alzas cargadas
con miel que pesan entre 20 y 25 kg (casi todas ellas). Las abejas estaban con
una mala uva que “daba para atrás” porque la tormenta amenazaba con
convertirse en ducha. Allí me pasé dos
horas recogiendo los cuadros cargados de miel de todas las colmenas y sacando
las alzas al camino. Y las abejas a lo suyo: picar, ponerme de mal genio y… Al
principio trabajé con alegría y ligereza pero poco a poco se fueron empapando
mis ropas, especialmente las botas y los pantalones, y las abejas no dejaron de
darme picotazos a través de los guantes mojados. Acabé harto de las abejas, de
la humedad y de la maldita cuesta que daba acceso al camino y por la que sufría
llevando colgadas de mis brazos las alzas cargadas de miel.
Cerré el carro y me
fui a otro asentamiento. Me cambié de guantes porque estaban empapados de
sudor. En el siguiente asentamiento se puso a lloviznar y lo hice todo con
ligereza porque no tenía ganas de vivir la mañana empapado. Todo fue muy
rápido.
En el último
asentamiento trabajé rápido pero un poco decepcionado porque tengo varias
colmenas que se han vuelto zanganeras y no avanzan. Así es que el próximo fin
de semana las cambiaré de lugar, les meteré jabardillos pequeños con reina
nueva en cada colmena y espero que salgan adelante y estén productivas para el
mes de agosto.
Había salido de
casa a las 7:30 con la intención de volver a ella hacia las 11:30, pero el
curro fue duro y volví a las 13:30. Descargamos las alzas e inmediatamente Carmen
se puso a sacar miel con ayuda de mi tía Rosa. María sacaba y metía los
bastidores en los extractores de miel y yo cargaba el remolque con las colmenas
preparadas por María. Esas colmenas me servirían para trabajar por la tarde y
poder pasar núcleos a colmenas.
Comimos y, por la
tarde, Carmen, María y la tía Rosa estuvieron extrayendo miel. Yo bajé a otro asentamiento
y estuve pasando núcleos a colmenas. Después me fui al asentamiento de El Pino,
donde tengo puestas 28 colmenas cazaenjambres con los enjambres que he
capturado en el mes de mayo. Revisé todas, marqué las que ya tenían reina y
estaban poniendo huevos y me volví a Añavieja.
A las 8:30 ya habían
terminado de sacar toda la miel (¡300 y pico kg!) y Carmen y yo nos fuimos a la
iglesia para recoger el núcleo que contenía el enjambre de abejas que se había
colado detrás del retablo. Retiré las tablas, cerré la piquera de entrada al
núcleo y lo saqué fuera de la iglesia. Pero el núcleo no se cerraba bien y
escapaban muchas abejas. Me lo llevé rápidamente al todoterreno y le puse cinta
de carrocero en las aberturas. Cuando volví a la iglesia me encontré con que a mi
señora esposa, Carmen, le había picado una abeja en el párpado y se le estaba
hinchando rápidamente (Carmen es alérgica, o algo parecido). Así es que ella se
cogió el coche y se fue al centro de salud a que le pincharan una inyección de
Urbasón. Yo cogí otros cuatro enjambres que habían caído en los cazaenjambres
durante esta semana y me fui a llevarlos a El Pino. Total: 32 enjambres. ¡Qué
locura!
La mañana del
domingo la pasé almacenando alzas con bastidores vacíos de miel y organizando
todo el almacén. Después nos fuimos a la iglesia a intentar recomponer el
retablo mayor, con sus paneles de madera. Pusimos a Santa Engracia en su sitio
y nos dio el tiempo justo para cambiarnos y volver para celebrar la misa de
Corpus Cristi.
Eso es todo. Ahora
que lo releo me parece una locura porque llevamos dos fines de semana de
agotamiento, aunque en éste último ya hemos sacado miel.
El próximo fin de
semana, que es puente en Logroño, día de La Rioja, fiesta de San Bernabé
(patrón de Logroño), volveré yo solito a Añavieja a revisar colmenas, pasar los últimos
núcleos a colmena, embotar la miel y trasladar las colmenas de los
asentamientos que están a menos altura (se está acabando el tomillo) a mis
asentamientos de Añavieja que están a 1.000 m de altura (todavía hay romero y
el tomillo chuta fuerte).
Os cuelgo dos fotografías que hizo mi hija María cuando estaban sacando miel. Carmen no se dejó
hacer fotografías con el ojo hinchado, así es que lo dejamos ahí y que cada
cual se imagine el ojo.
Un abrazo.
José Manuel
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