martes, 14 de marzo de 2017

NUEVA ETAPA, OTRA FORMA DE VIVIR

¡Hola! a todos y a todas.
Llevo bastantes días pensando en publicar el escrito que tenéis a continuación. ¿Por qué? Sencillamente es porque me he jubilado. Sí, me he jubilado de educar en la escuela. ¿La causa? Es muy sencilla, tengo el estómago hecho polvo, ya sabéis que "disfruto" de una colitis ulcerosa que me pone más nervioso de lo que soy y que acaba arrojando sangre y dejándome debilitado. Así es que he decidido cortar con la escuela, con mi vocación educadora. He vivido la escuela a tope desde mis primeros años y la dejo a tope, en mis últimos días.
Mi despedida como maestro la hice por escrito en mi colegio. Colgué un escrito en la cartelera para que lo pudieran leer los maestros, los alumnos, los padres, el conserje, las señoras de la limpieza y todos cuantos me conocían. Por otra parte, disfruté del homenaje, del reconocimiento y del cariño que me brindaron los que fueron mis alumnos hasta el curso pasado (también estuvieron presentes un grupo de madres y de padres). Fue emotivo, ¡cómo los quiero a todos! Y disfruté, me emocioné, sentí el calor y el apoyo de los alumnos y de los muchos padres de alumnos con los que he trabajado este año a tope. También me hicieron una despedida preciosa, cercana, entrañable. Han sido experiencias maravillosas, lo digo con el corazón en la mano.
Igualmente me despedí del claustro de profesores, a los que tanto he querido y valorado. He sido feliz en este colegio de Albelda de Iregua, me he sentido acogido, valorado, querido y reconocido por todos los compañeros y por el equipo directivo. Son buena gente, muy trabajadores, cercanos. Más que un claustro de profesores parece un grupo de amigos unidos para sacar un colegio adelante y educar.
Bueno, que me enrollo. Os adjunto el escrito que colgué de la cartelera para que lo leyera todo el mundo que pasa por la entrada del colegio.
Nos vemos otro día.
José Manuel

Estimados compañeros del “cole” de Albelda, estimadas familias, estimados conserje, trabajadoras de la limpieza, queridos alumnos, y todos los que habéis tenido conmigo una relación de trabajo, de amistad, de…
Soy José Manuel, maestro del colegio. Como ya sabéis, mi recorrido con vosotros en este pueblo, en este colegio, concluye a principios de este mes de marzo.
Escribir estas líneas de despedida me parecían pretenciosas en un principio, pero lo he pensado mejor y no puedo decir adiós en silencio, marchando por la puerta de atrás cuando he entrado por la puerta de delante durante varios años, durante muchos felices días. ¡Y con muchas ganas!
Me entra nostalgia por los momentos vividos desde mis inicios, cuando construimos el huerto, montamos las jardineras, convertimos el espacio del huerto en invernadero poniendo tejados de plástico… Siempre con la gran colaboración de Jesús y de Aitor. ¡Felices años, dichosos momentos, maravillosos recuerdos que ocupan un rincón en mi memoria!
Los que me conocéis un poco sabéis que soy un culo de mal asiento, que no paro, que no dejo parar a nadie, que me como mucho el “tarro”. Soy así, me he ido haciendo así a lo largo de muchos años, desde mis inicios como educador. Este afán por dar lo mejor de mí mismo sin esperar nada a cambio me ha llevado a vivir la educación como una pasión, como un enamoramiento. Sí, siempre he procurado ser un enamorado de mi trabajo.
Hace años, cuando era un joven “pipiolo” de treinta años, escuché a un maestro veterano decir que había dos tipos de personas en el mundo de la enseñanza: los que estaban educando por tener vocación y aquellos otros que estaban por equi-vocación. He reflexionado muchas veces esas palabras de aquel veterano maestro que ya no está entre nosotros y siempre me he dicho a mí mismo que “yo era un humilde maestro caminando con los niños”. Creo que lo he intentado a lo largo de mi vida, con mis aciertos y con mis errores. Pero lo he intentado.
Quiero decir adiós mirando al futuro con esperanza y expresando todo lo mucho que he aprendido, que he ganado, que he disfrutado de mi estancia en Albelda de Iregua. Gracias por todo el apoyo que he recibido de Jesús, Laura y José Vicente, porque tiran mucho “p’alante” y dan la cara. Gracias a todos los compañeros que movéis la inteligencia emocional y hacéis que el claustro de profesores se convierta en un grupo de amigos ilusionados, sonrientes y entusiastas. Gracias a todos aquellos que me habéis corregido y me habéis indicado la mejor forma de actuar cuando me he equivocado. Gracias por la amistad recibida y compartida con los/las que os habéis mostrado más cercanos y cariñosos conmigo.
Gracias a todos los alumnos que estáis llevando adelante el proyecto del huerto. Gracias por vuestro seguimiento con las composteras de lombrices, gracias por los encargados del reparto de fruta, gracias por los encargados del riego de jardineras, gracias por los que barren el pasillo del invernadero…
Gracias a Aitor, Begoña y Mari Carmen por haberos mostrado tan cercanos conmigo. Vosotros también habéis sido mi parte del colegio con los que he compartido algunas cuitas en las tardes de permanencia.
Gracias a las familias que habéis confiado en mí y os habéis mostrado cercanas. Me llevo en mi zurrón de los recuerdos los nombres de muchos y de muchas de vosotros y de vosotras. Fue fácil trabajar porque me lo pusisteis en bandeja, porque nunca me sentí solo pues tenía el apoyo, la fuerza y el entusiasmo de los que creísteis en mí y en vuestros hijos y me lo hicisteis saber.
Hoy, más que nunca, le doy gracias a Dios porque me ha permitido desarrollar a lo largo de mi vida un trabajo que a la vez ha sido un placer. He trabajado en lo que me ha gustado y he caminado acompañado de muchos amigos colaboradores de la educación a manos llenas, entregados.
No os digo hasta siempre, os digo hasta luego, porque posiblemente nos veremos muchas veces por Albelda. Recibid un abrazo cariñoso de este “maestro hortelano”.

                                                                                                       José Manuel