martes, 21 de septiembre de 2021

¡POR FIN, CATAMOS MIEL!

 Buenas tardes sean dadas:

Hoy, día de San Mateo, patrón de Logroño, estamos de vuelta de Añavieja. Un poco cansados, eso sí.

Durante el fin de semana fuimos a degüello. Marchamos a Añavieja el viernes después de que Carmen terminara las clases de colegio y comiéramos. La llegada al pueblo fue apresurada, nos cambiamos y marchamos al asentamiento.

Desde los primeros momentos de retirar alzas ya pudimos comprobar que las abejas no estaban por la labor de dejarse robar. Clavaban el aguijón en todas las partes del cuerpo: guantes, manguitos, protector de cabeza... ¡hasta en las botas de cuero! Cuando habíamos recogido 20 alzas, una abeja le picó a Carmen en la nariz. Se marchó hacia el bosque para retirarse el aguijón, pero la siguieron más abejas y, cuando se retiró la capucha, algunas abejas más le picaron en la cabeza. Tuvimos que volver a Añavieja apresuradamente. Dejamos el todoterreno y el carro, cogimos el coche y fuimos a urgencias a Ágreda. El cuerpo se le iba llenando de granos paulatinamente, la reacción alérgica se le extendía por el cuerpo, las manos, las piernas, la cara (enrojecida como un tomate maduro).

La llegada a urgencias fue apoteósica, dejaron libre las urgencias y entró Carmen a ser atendida. La tumbaron en la camilla, le pusieron gotero por vena, le inyectaron una ampolla de Urbasón, le tomaron temperatura, pulsaciones, tensión... Transcurrida media hora comenzó a remitir la hinchazón y a desaparecer los granos. Le pusieron una segunda inyección de Urbasón y eso ayudó a que el cuerpo reaccionara con toda su energía y superara el trance.

Volvimos a casa a las 21:30, ya anochecido. Carmen ya estaba más recuperada y durante el trayecto de vuelta fue mejorando progresivamente. Llegamos a Añavieja y Carmen preparó un poco de cena. Mientras tanto yo descargué el carro con las alzas. Cenamos y nos fuimos a dormir.

El amanecer del sábado fue acompañado con algo de llovizna. Yo necesitaba darle un empujón a la retirada de alzas. Desayuné de madrugada y marché al asentamiento. Las abejas me acogieron furiosas, pero trabajé a destajo, rodeado de muchas abejas acosadoras y picadoras. Después de casi tres horas de trabajo, había cargado el remolque y estaba harto de picaduras. Regresé a casa, descargué las alzas en el obrador y pude comprobar que Carmen se había levantado y estaba sacando miel de las alzas que habíamos traído el día anterior.

A las 12:45 volví hacia el asentamiento y retiré las alzas a las últimas colmenas. Regresé a casa a las 14:30. Comimos y, sin apenas descanso, nos pusimos a sacar miel hasta la hora de la cena, las 21:30. Cenamos y nos fuimos a dormir.

El domingo estuvimos sacando miel durante casi todo el día. Sólo paramos una hora para participar en la eucaristía del pueblo. Al final de la tarde concluimos la extracción de miel de todas las alzas, recogí todas las alzas y las bajé al almacén. Las dejé fuera para que las abejas las limpiaran del todo. Después marché al asentamiento a recoger las alzas vacías que había dejado la tarde anterior para que las limpiaran las abejas. Tengo que decir que el asentamiento está a una distancia de 1.500 metros del pueblo, en línea recta, y las abejas vuelan desde allí hasta el pueblo para limpiar las alzas.

El lunes nos levantamos pronto (¡qué marcha llevamos!) y acudimos al asentamiento para buscar el pendiente que Carmen había perdido entre las encinas cuando se quitó la capucha. El suelo estaba lleno de hojarasca, pero a pesar de ello lo encontramos. Volvimos a casa, colgamos cuadros en el almacén, separados unos de otros para evitar que los atacara la polilla. El resto de la mañana lo ocupamos en limpiar a fondo el obrador: suelos, extractor, calderos, herramientas... 

Por la tarde visitamos a mi padre, en la residencia de ancianos. Dimos un paseo por la Dehesa de Ágreda, al paso de un hombre de 92 años, y volvimos a Logroño.

En síntesis, ha sido un fin de semana intenso, a tope, con incidencias. Pero hemos conseguido sacar algo de miel, unos 600 kg. Continúo haciendo mis reflexiones acerca del cambio climático y descubro que cada año es peor que el anterior, que la sequía se va adueñando de la zona, las floraciones son escasas y de corta duración y resulta penoso obtener suficiente miel para vender y poder enviar a nuestros amigos de Ecuador. Y para colmo, la pandemia impide que muchas de las personas que antes consumían nuestra miel no hayan podido acceder al pueblo para comprarla.

Eso es todo por ahora. Transcurridas dos semanas volveremos al pueblo a embotar la miel, antes de que ésta se solidifique, porque en Añavieja se pasa del calor y la sequía al frío y la sequía en menos de un mes.

Recibid un cordial saludo y no olvidéis ser felices cada día, desde que os levantáis hasta que os acostáis, y dándole marcha al cuerpo, haciendo deporte, colaborando con toda aquel o aquellos que os lo pidan. Estamos en este mundo y en esta vida para ser felices haciendo felices a los demás. Total, la vida son cuatro días y lo grande ha estado en las vivencias que has tenido.

José Manuel