miércoles, 7 de septiembre de 2022

REFLEXIÓN EN LA ENCRUCIJADA

 

Hola, hola. Me sitúo ante el teclado con el ánimo de contar algo que merezca la pena ser leído por quienes abran este blog. No quiero actuar como un influencer que vende mentiras o medias verdades, no quiero tener prosélitos que me sigan ni, ni… Contaré mi verdad, la mía.

Llevo mucho tiempo sin escribir y quiero hacer una reflexión que primero me sirva a mí y que, tal vez, os haga pensar a otros. Son dos los temas básicos: las abejas y las casas de acogida para familias.

Respecto a las abejas sólo puedo decir que estoy decepcionado, como lo están todos los apicultores de España. He trabajado, hicimos 55 enjambres, los pasé a núcleo y, con el transcurso de los meses y de los disgustos, los he ido pasando a colmenas. Han muerto muchos núcleos porque el campo no ha acompañado, no había flores, sólo sequía, sequía… Siguiendo los consejos de mi maestro apicultor he alimentado las colmenas durante todo el verano (agua con azúcar muy diluida) y gracias a ello todavía quedan colmenas. Pero todas las semanas, desde principios de junio hasta finales de agosto, les he dado de comer para evitar que se murieran de hambre y para animar a las reinas a poner huevos. Hoy he vuelto de Logroño a Añavieja para coger todos los bidones y volver a llenarlos de jarabe de cara a la campaña del año que viene. 500 kg de jarabe. Para colmo, y con la excusa de la crisis del petróleo y del gas, me han subido el precio un 33 %. Me queda la duda del número de colmenas que sobrevivirán al invierno. No estoy seguro de si cataré mucha, poca o nada de miel. Lo que es seguro es que tendré que seguir alimentándolas. Seguimos ayudando a las Casas de los Niños de Ecuador y sentimos no poder hacer y ayudar más por ellos.

En cuanto al segundo punto: las casas de acogida de familias inmigrantes, me siento orgulloso de mi esfuerzo por rehabilitar las dos casas, de hacerlas habitables con dignidad, sin ostentación, pero con unas buenas condiciones de habitabilidad basadas en calefacción con estufa de pellet en cada casa, calentador de agua caliente en una casa, aislamiento térmico con doble puerta en otra de las casas, armarios nuevos para la cocina, eliminación de humedades de las dos casas haciendo una zanja de 1 metro de profundidad a lo largo de varios metros de longitud, revisión de tejados con obra incluida, frigorífico nuevo… Cientos de horas de trabajo con intensidad, grandes sudadas, a veces desaliento porque no ha colaborado casi nadie del pueblo, salvo mi cuñada Pili, Ana Belén, César y alguno más en momentos puntuales. Y todo, ¿a cambio de qué? Pues vino a vivir la primera familia, comenzó a trabajar el marido en una fábrica, tres semanas después también comenzó a trabajar la esposa. Y otras tres semanas después al marido no le renovaron el contrato y quedó hundido en la miseria. No quiero entrar en el debate ni en los argumentos que pueda exponer la empresa ni el marido de la familia. Eso queda para ellos. Pero me hubiera gustado ser sabedor de la trayectoria laboral de marido y mujer contada por la empresa. Fui promotor, rehabilité casas, traje a una familia, la apoyé económicamente el primer mes. Yo (mi esposa y yo) hemos alquilado las casas para traer las familias, las hemos rehabilitado (miles de euros a fondo perdido), hemos contactado con la empresa, hemos facilitado bicicletas para que fueran a trabajar marido y mujer, hemos rehecho todas las habitaciones con somieres traídos de fuera, con colchones nuevos o seminuevos, con sábanas, mantas, edredones, mueble de baño bueno, mejor que el que yo tengo en mi casa… Todo ha sido bueno, nuevo y con mucha ilusión. El resultado final es que la familia se ha ido del pueblo y se han ido los niños. Me ha quedado un buen sabor de boca por la buena acogida que las personas mayores de Añavieja han brindado a esta familia. Voy a decir nombres que se han mostrado acogedores con esta familia y, si me dejo a alguien, le ruego que me perdone pues no era mi intención ignorarlo: tía Rosa, Pili, Carlos, Ricardo, Manolo y Corpus, Elisa y César, Pili y Abundio, Fe, Eulogio, Mili, Amelia y José, Amparo y Adela...  Cuando la familia marchó del pueblo hacia su nuevo destino, muchas de estas personas acudieron a despedirlos. Me cuentan que todo fue un mar de lágrimas porque sintieron que había habido acogida aunque sólo hayan permanecido dos meses en el pueblo.

¿Qué me queda de esta primera experiencia frustrada? Continuar en la brecha, trayendo otras familias y viendo disfrutar a la gente mayor de mi pueblo con la presencia de niños y familias acogidas. Ayer compré un ciclomotor en Logroño y lo llevé al pueblo. La misión de dicho vehículo es facilitar el acceso al puesto de trabajo de algún miembro de las nuevas familias que puedan venir. Sí, es cierto, nos ha supuesto otro desembolso económico, una nueva inversión a mi esposa y a mí, pero lo damos por bueno si ayuda a que alguien pueda acceder al trabajo en los fríos inviernos de Añavieja. Y, si es necesario, y así lo demanda cada situación, compraremos otro vehículo para dar vida a otra familia. Sí, es cierto, continuaré oyendo algunos comentarios que, además de no ayudar, ofenden y destruyen. ¿Soy, somos tontos? Pues a lo mejor lo somos si lo miramos con los ojos de la sociedad economicista y de la comodidad. Pero si lo miro desde el punto de vista cristiano, se me ocurre decir: soy tonto por ayudar, gracias a Dios.

Un abrazo para quien lea esto. Ucrania está en crisis, los saharauis están en crisis, el mundo está en crisis. La pregunta que te hago es la siguiente: ¿qué puedes hacer y qué haces tú  para ayudar a paliar las crisis?

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