lunes, 23 de octubre de 2023

BUENAS SENSACIONES EN MI VISITA AL APIARIO

 Me adentré por el camino arenoso del monte que conduce al lugar donde se encuentra mi asentamiento de abejas. Conduje el vehículo con talante molesto, enojado y con ansia de dar un soberano escarmiento a los que destruyen ese camino con sus vehículos todoterreno. Yo reparo los pasos y puntos donde el camino se hunde, se descompone y hace difícil su tránsito. Y otros, energúmenos aprovechados, hacen uso del camino destruyéndolo, rompiendo las rejillas de hormigón que yo pongo para tapar grietas, hundimientos y rampas; no reparan ni recomponen lo que rompen. 

A la par, el camino, en su parte más alta, está descompuesto. Las riadas de las grandes lluvias, de las DANAS, como las llaman o denominan ahora, han socavado el camino, hundiéndolo en uno de sus lados, creando hondonadas que hacen que mi vehículo circule inclinado, en difícil equilibrio. Si a ello se añade el hecho de que el agua se ha llevado la arena y ha dejado el camino sembrado de piedras desnudas, redondas, areniscas, tenemos como resultado una conducción del vehículo incierta, dando saltos, haciendo vibrar algunas partes de la carrocería.

De esa guisa llegué al asentamiento. Las abejas estaban dentro de las colmenas porque soplaba un poco de aire y la temperatura rondaba los 14º. Había llegado al asentamiento con la intención de vacunar a las abejas contra la varroa. Disponía de tiras de APIVAR y las tenía que poner en las colmenas, una en cada una de ellas. A medida que iba poniendo tiras, las abejas se iban enfadando y me intentaban picar a través de los guantes. Decenas de abejas cubrían mis guantes y yo soportaba estoicamente su molestia hasta que me enfadaba y las ahumaba, haciéndolas huir, salvo aquellas que ya habían clavado su aguijón en el forro del guante y habían conseguido llegar hasta la piel de mis brazos.

Como ya he dicho, soporté estoicamente sus picotazos y a la vez me alegré sobremanera porque comprobé que las colmenas estaban fuertes. Estaban muy fuertes, tenían miel guardada para pasar el invierno y sólo dos o tres colmenas parecían condenadas a morir por falta de población. El próximo mes de noviembre las trataré nuevamente y esperó que pasen el invierno sin grandes cambios, dispuestas para ser trasladadas al pueblo de Valverde y ayuden en la polinización de los almendros en el mes de marzo y abril.

Por otra parte, aprovechamos el fin de semana para dos trabajos fundamentales. El primero consistió en licuar la cera de las catas de este verano en el cerificador. Obtuve 11 kg de cera amarilla, los cuales convertiré en láminas nuevas para la próxima campana. Y, en segundo lugar, mi esposa Carmen preparó frascos de propóleo para el tratamiento de las vías respiratorias, los cuales entregamos a profesores, a personas con problemas respiratorios y para combatir resfriados y toses. 

También compramos 1016 frascos de cristal para envasar miel, a 475 €. ¡Qué subida de precios!

Un fin de semana completo porque también trabajamos en el huerto de la tía Rosa, retiramos las tomateras y las colgamos en la cochera para que maduraran los tomates en un ambiente menos frío.

Eso es todo por ahora. Cuando haya novedades, os pondré al corriente para que seáis partícipes del proceso de seguimiento de un colmenar de abejas.



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