sábado, 21 de marzo de 2015

HAY DÍAS QUE... ¡TENEMOS QUE LUCHARLOS PARA SENTIR QUE SEGUIMOS VIVOS!

Comienzo esta narración sin saludo. Voy a plasmar por escrito lo que he vivido en las últimas 24 horas, así, en fresco, con las sensaciones a flor de piel y alimentando mi capacidad de lucha para salir de los contratiempos más inesperados.
Ayer volví desde el colegio de Albelda a las 2:30. Dejé las abejas a mi mujer para que las devolviera a Íñigo (mi mentor). Cogí el coche y me lancé hacia Añavieja. A la vez que mi mano izquierda se aferraba al volante, mi mano derecha iba cogiendo trozos de bocadillo del asiento del copiloto y alimentando mis fuerzas. Mi mujer me cuida como un tesoro y me prepara buenas cositas.
Pensaba en la buena mañana que había vivido en clase con los alumnos: la exposición de las abejas a los de 6º de Primaria, la exposición a los niños de Infantil, la visita al parque del Iregua y plasmar en una hoja lo que habían visto. Todo perfecto, me sentía orgulloso del esfuerzo realizado y de la aceptación de los alumnos.
Comía, conducía y a la vez disfrutaba de algunos rayos de Sol. Pensaba para mis adentros que iba a ser una tarde perfecta en cuanto llegase a Añavieja.
Llegué a Añavieja y ya comenzó a torcerse el tiempo. Me lancé hacia el apiario y comencé a enjambrar colmenas y a poner medicación contra la varroa a todas. Empezó a chispear cuando todavía me faltaba trabajo por hacer. Se hacía de noche y me ponía nervioso porque cada vez llovía más y yo no llegaba a todo. Eran las 6:45, llovía cuando terminaba mi trabajo para volver al pueblo.

Hoy, esta mañana de sábado parecía que se iba a desmoronar todo. Eran las 7:00 cuando me he levantado y he visto que no había parado de llover en toda la noche. La niebla cubría todo y la lluvia se había convertido en fiel compañera del pueblo, dejando entrever algunas casas y ocultando el horizonte de lo que se suponía existía al otro lado de mi ventana.
Me he vestido el traje de apicultor, me he abrigado bien y he salido a la calle para coger la furgoneta y dirigirme al asentamiento de abejas. No era mucho el trabajo que tenía que hacer, sólo pasar a núcleos las abejas que la tarde de ayer había enjambrado. Miro la temperatura y veo que marca 5º. Con esta temperatura es imposible hacer un trabajo . El frío y la lluvia podrían matar una colmena en menos de cinco minutos.
Llego al asentamiento y no para de llover. La lluvia golpea el techo de chapa de la furgoneta tamborileando como si estuviéramos en las fiestas del pueblo. Quieto parado delante de las colmenas. Mil preguntas fluyen por mi mente: ¿para esto me he levantado tan pronto? ¿Me dará tiempo de llegar a Logroño para acompañar a mi hijo Alberto en la prueba del "Duatlón de Logroño"?
Me voy poniendo cada vez más nervioso porque llevo media hora en la furgoneta y el panorama no tiene expectativas de detenerse, más bien parece que arrecia la lluvia. Me decido, me pongo la careta de las abejas, enciendo el ahumador y... ¡manos a la obra! Cuando ya he pasado 5 colmenas a núcleos noto que mi espalda está empapada y todavía queda trabajo por hacer. Acabo la tarea empapado, los guantes humedecidos, las botas...
Cargo todo en la furgoneta y me dispongo a salir del lugar afrontando la cuestecilla que sale de la finca hacia el camino. Me patina la furgoneta. Doy marcha atrás y cojo carrerilla. Me sigue patinando la furgoneta. Lo intento varias veces más. Al final decido subir la cuesta yendo de culo. la furgoneta patina, se embarra, no puedo subir la cuesta. Lo intento varias veces más y cada vez se pone peor la cosa y el camino se convierte en lodazal.
Se me acaba de ocurrir que la furgoneta no sube porque llevo el peso de las colmenas. Desmonto y cojo, una a una, todas las colmenas y las subo hasta el camino de arriba. Sudor por dentro y calazón por fuera. Estoy empapado y siento frío en la espalda, pero creo que ese esfuerzo merece la pena porque ahora sí que va a subir la furgoneta porque está descargada. Dejo caer la furgoneta hacia abajo para coger carrerilla desde un lugar "un poco" llano. Meto primera, sin acelerar, comienza a subir la cuesta y... comienzo a maldecir porque esto no chuta, patino, se va de lado la furgoneta.
Bajo de la furgoneta y busco otra posible salida por fincas o caminos. Todo está empapado, hay charcos en las fincas. Si me aventuro por ahí acabaré atascado.
Tengo que llegar a Logroño y no sé cómo salir del apuro. Decido ir al pueblo más cercano, Valverde de Ágreda. Sigue lloviendo y ya estoy empapado a tope. Inicio una carrera por el barranco, hacia abajo, cruzo fincas y se me clavan las botas creando un barrizal en la suela. Sigue lloviendo cuando llego a Valverde y me encuentro a mi amigo Mariano que sube por la cuesta. Le pido que coja el tractor y me ayude a sacar la furgoneta.
Montamos en el tractor y subimos por caminos hasta el asentamiento de abejas. Continúa lloviendo mientras realizamos el recorrido de acercamiento. Llegamos hasta donde está la furgoneta, le enganchamos una cadena y... conseguimos sacarla al camino. Cargo las colmenas, le doy un abrazo a Mariano y me vengo hacia Añavieja a descargarlas en el asentamiento del Paco.
Llueve, llueve... durante todo el camino.
Llego al monte de Añavieja, salgo del camino para entrar hacia el asentamiento y la furgoneta comienza a patinar. Todo es barro y la furgoneta no avanza. ¡Otra vez, no!
Descargo los núcleos con las abejas y los llevo desde la furgoneta hasta el lugar. A mano, uno a uno, embarrándome las botas. Corre un viento frío que acompaña a la lluvia y a la par se va echando la niebla. Tirito de frío y casi no siento las manos. Monto en la furgoneta, suelto el embrague y... la furgoneta responde y vuelvo al camino, hacia Añavieja.
Regreso a Logroño y llego a las 13:15. Acompaño a mi hijo a la prueba de Duatlón y me paso la tarde bajo el frío. Cuatro horrorosas horas. La satisfacción de la cara de mi hijo Alberto compensa el esfuerzo realizado. Ha llegado en el puesto 60 de 180 participantes y ha sido el primero de su categoría cadete. Mi hijo está feliz y noto que crece su autoestima. Yo también estoy feliz por mi hijo. Ha merecido la pena esta tarde.
Son las 20:00 y creo que es el momento de descansar. Hasta otro día.
Os envío un fuerte abrazo a todos. Es mi deseo que hayáis disfrutado de esta aventura.

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