domingo, 12 de mayo de 2019

LA SEQUÍA RALENTIZA EL CRECIMIENTO DE LAS COLMENAS

Hola, hola.
Volvemos a lo mismo del año pasado. ¿Qué es? Pues sucede que la sequía está dejando el campo muermo, sin carnosidad en las flores del tomillo. Eso supone un contratiempo porque las abejas no pueden meter néctar en la colmena. Visitan las flores, se dan un garbeo por el campo, conocen los lugares donde hay floración, pero... no traen nada a la colmena.
Las colmenas se han detenido, los enjambres pasados de núcleo a colmena no estiran las láminas de cera y tengo colmenas a las que sólo les falta estirar un cuadro para ponerles alza. Pero no crecen y así están detenidas desde hace dos semanas.
Lo que más hago es alimentarlas cada fin de semana. Pongo el bidón a calentar, le añado agua caliente, le añado a continuación azúcar y... le doy vueltas con el taladro, al que le he añadido un revolvedor de pintura. Es triste, pero es el día a día de las abejas. Estamos matando el planeta y los dirigentes no piensan más que en producir y no evitan el lanzamiento de gases de efecto invernadero. Sólo existe el presente, el llenar el bolsillo de euros, dólares, rublos o lo que sea.
¡Pobres de nuestros hijos! Yo tengo dos hijos: un chico de 20 años que estudia para ser entrenador de ciclismo y de triatlón (también compite actualmente en ello) y una chica de 18 años que quiere ser fisioterapeuta (también compite en bicicleta de montaña), y me pregunto qué les voy a dejar como padre para que piensen en un futuro amable, descongestionado y con posibilidades de ser felices.
Esto es serio. Cuando haya elecciones hay que votar por aquellos que nos ayudarán a preservar el planeta, por aquellos que vean lo social como lo más lógico, por los que potencien lo comunitario, la educación, la sanidad al alcance de todos. Sobran populismos y dictaduras, faltan personas comprometidas que no se vendan a un partido concreto. En fin, que soñar resulta gratis.
Hoy, domingo, mi esposa Carmen y yo hemos estado en el pueblo. Era la fiesta de la subida de la Virgen de Sopeña desde la ermita hasta la iglesia del pueblo. Es un acto entrañable al que todavía acudimos muchos de los que vivimos fuera del pueblo. Cantamos, rezamos, portamos a la virgen a hombros y nos sentimos como una gran familia. Cada cual lo hará por lo que más le convenga: unos lo hacen por fe, otros por estar con la gente, otros... Lo importante es que nos juntamos todos y creo que el Padre Dios se pone contento porque nos ve felices.
Al concluir la misa, cantamos la Salve Regina propia del pueblo. Es un momento emotivo porque es una música nuestra que ya tiene muchos años y que la sabe todo el pueblo. El que quiere se une al coro y el que no pues se pone a hablar con el vecino (son los menos). Al final, caras de felicidad, momentos entrañables de oración por los presentes enfermos y ánimos a todos para que la vida siga y nosotros nos encontremos en la lucha acompañándonos unos a otros. Emotivo, vivencial, hermoso.
Y nada más, espero que en la próxima carta os pueda decir que se ha roto el velo del cielo y han caído muchos litros de agua para que las plantas progresen y tengamos miel en esta cosecha.
Desde Logroño, un abrazo de
JManuel

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